Nacimos para resolver problemas.
Si echamos un vistazo a nuestra vida, nos hemos convertido en “solucionadores de problemas”.
Necesitamos resolver:
- Cómo comemos,
- cómo mantenemos nuestros trabajos,
- cómo educamos a nuestros hijos,
- cómo ayudamos y amamos a nuestra pareja,
- cómo somos felices,
- …
Es simplemente una lista infinita de elementos que necesitamos conseguir día tras día en una carrera sin fin.
Es muy fácil cansarse, sentirse sobrepasado, y estar tentado de parar y mandar todo a paseo.
Esto pasa porque identificamos todos esos elementos como problemas.
El lenguaje que usamos es crítico para nuestros cerebros. Nos hace transformar esas palabras en pensamientos. Después, somatizamos esas ideas en sentimientos y sensaciones.
Así que ten cuidado con tu vocabulario, porque define toda tu vida.
Vamos a comenzar desde el principio.
No nacemos para resolver problemas, como dije al principio de este artículo, porque “problemas” es una palabra muy dura. Rápidamente deriva en negatividad, y este es uno de las emociones más importantes que tenemos que evitar en nuestras vidas.
La negatividad no nos llevará a ningún lado. O, incluso peor, a lugares horrorosos.
No veo que la vida se tenga que basar en optimismo vs. pesimismo. Para mi, no es el enfoque correcto. No es la “guerra” que lucharía.
La gente optimista o pesimista basa su vida en cómo ven el futuro, y el futuro es impredecible. Esto te llevará a frustración, malos momentos, decepciones, y tener que pensar cómo superar todos esos obstáculos que tú mismo te has creado.
Yo prefiero basar mi vida en pensamiento positivo vs. pensamiento negativo. No espero nada del futuro. Me centro en el presente, veo lo que pasa, de qué va la historia, y siempre elijo el punto de vista positivo.
En mi caso, eso es lo que me de la energía que necesito para superar todas esas “circunstancias” (no problemas) con las que me encuentro en mi día a día.
Centrarme en el presente ha sido lo que realmente ha cambiado mi vida.
Siempre estaba esperando algo, esperando que las cosas apareciesen porque se suponía que estaba haciendo las cosas correctamente. Eso no funciona. Al menos, para mi.
Hablando del COVID-19, por ejemplo, tuve que gestionar una compleja situación con más de 40 empleados en nuestras diferentes empresas.
No esperaba nada del futuro, y no me importa. Podemos tener 8 semanas u 8 años de aislamiento. Yo solo me centro en hoy, lo que tengo hoy, cómo es la situación hoy, y qué necesito para superar las circunstancias de hoy para sobrevivir.
Pensando en esa estrategia es el único momento en el que pienso en el futuro.
Siempre vivo basándome en el largo plazo, a la hora de hablar de objetivos, proyectos, y cualquier cosa que quiero conseguir en la vida. Así pues, la pregunta es: con estas circunstancias…
- ¿Cómo puedo estar dentro de 2-3 meses?
- ¿Cómo llego allí?
- ¿Qué hitos necesito alcanzar para llegar a dicho lugar teórico?
La vida no es cuestión de ser pesimista u optimista porque el optimismo te puede llevar a un “mundo dulce” que es irreal, que nunca ocurrirá, que puedes estar esperando toda tu vida.
Y, si nos movemos al lado pesimista, podría ser incluso peor. El pesimismo limita tu perspectiva global, estás cerrando los ojos, te estás limitando a ti mismo, creando barreras donde puede que no las haya.
Así que, ¿cuál es la única herramienta para evitar todos los problemas de tu vida?
Tu cerebro.
No podemos creer que tenemos problemas. Solamente tenemos situaciones que no nos gustan porque nuestros cerebros nos dicen eso.
En el momento que controlamos nuestro cerebro y decidimos cómo tiene que gestionar la información y las situaciones es cuando el crecimiento aparece, cuando pasas a ser una mejor persona, cuando alcanzas ese equilibrio que todo ser humano busca en su vida.
Aprender a controlar nuestro cerebro es una habilidad que puedes desarrollar. No está en tu ADN. Tus cromosomas o educación no te condenan.
Para llevar a casa
Aquí comparto 2 herramientas que considero que merecen la pena para poder controlar tu cerebro.
1. Estoicismo/Mindfulness
Gracias a ellos, aprendí a vivir totalmente en el tiempo presente.
Disfruto cada segundo:
- Una buena conversación,
- una taza de café,
- una ducha,
- una risa,
- una sonrisa de un desconocido,
- cómo reaccioné a una mala situación,
- un Whatsapp de mi hijo,
- …
Esa es la vida que hay que vivir intensamente.
2. Ser agradecido
La segunda parte es ser agradecido cada segundo.
Necesitamos vivir y ver cómo vive otra gente:
- Gente que no tiene agua.
- Gente que camina 15 millas para conseguir algo de agua (y no la fresca y limpia que nosotros solemos beber).
- Gente que vive en la miseria, siempre dentro de tiempos de guerra.
- Niños sin colegios.
- Inseguridad.
No tenemos derecho a quejarnos. No tenemos problemas. No es justo.
Cuando aceptamos nuestra situación, la disfrutamos, y tenemos que estar agradecidos. Es entonces cuando entramos en nuestro camino hacia la realización, esa que nos conducirá a la sensación de felicidad que todos buscamos.
La felicidad no es más que un conjunto de muchos pequeños momentos agradables que apreciamos, puestos todos juntos.
La vida es tan simple como eso. Tan simple como tú la quieras hacer.
Foto en parte superior cortesía de sebastiaan stam en Unsplash.