Comencé a aprender cosas de la vida a muy temprana edad.
Vengo de una familia modesta.
Mis padres siempre trabajaron centrándose en mi educación e independencia.
Siempre les estaré agradecidos por este tipo de educación.
Mi vida cambió cuando dije a mis padres que prefería recibir una “paga semanal” antes que pedirles dinero.
Mi independencia comenzó en ese momento. Tenía 7 años. Ahí empecé a trabajar conceptos como dinero y ahorro.
Recuerdo que esa paga semanal era 0,60 euros más o menos.
Solo haciendo uso de conceptos matemáticos básicos, uno puede comprender que no puede llegar muy lejos con esa cantidad de dinero. ¿30 euros al año? Eso es casi nada, incluso hace 37 años.
Comencé a comprender que ganar dinero no solo es cuestión de no gastarlo, sino de buscar fuentes de ingreso adicionales.
Todavía aplico esa regla esencial a mi vida y mis 3 empresas: fijarse en los costes y tratar de reducirlos tanto como sea posible, pero mejor centrarse en los ingresos, intentando hacer que crezcan. Los primeros tienen su límite (hay un momento en que no puedes reducir más tus costes), pero los segundos son infinitos.
La oportunidad se me presentó cuando conocí a un chaval, 3 años mayor que yo, que me dijo que me podía hacer ganar dinero. Llamémosle Pepe.
Los ingresos eran mi objetivo, así que yo era todo oídos.
En esa época, podías ganar dinero buscando botellas vacías de cristal en la calle y vendiéndolas en las tiendas. Dependiendo del tipo de botella, recibías 0,03 euros ó 0,20 euros por cada tipo de botella.
Así que decidimos empezar a trabajar juntos. Compartiríamos las ganancias al final del verano. Pepe decidió gestionar él el dinero que ganásemos. Como era mayor que yo, no había elección…
Estuvimos trabajando todo el verano. Me acuerdo perfectamente de trabajar en la calle a más de 40ºC (104ºF) durante todos los días de verano.
No puedo recordar cuánto ganamos, pero puedo decirte que no paramos de trabajar ningún día durante 2 meses (10 horas cada día).
Llegó septiembre. Era el momento de repartir nuestras ganancias.
Como puedes suponer, no había nada.
Mi “querido” Pepe se había gastado todo el dinero.
Fue mi primera lección de realidad en la vida. Uno de esos momentos en los que te sientes un tonto de remate.
Uno siempre debería intentar evitar estos tipos de momentos. No son recomendables.
Yo no sabía nada de estoicismo a esa edad, pero pensé algo ese día:
Nunca dejaría que nadie gestionase mi dinero nunca más.
Cuando eres un niño, todo parece que se graba en tu mente con mucha más intensidad.
Tu mundo es aún pequeño.
Tus experiencias son solo unas pocas.
Tu altura es lo suficientemente baja para pensar que todo lo que te rodea es enorme.
Nunca olvidas este tipo de lecciones. Es la mejor forma de aprender. Estas cosas pasan directamente a tu memoria de largo plazo. No necesitas repeticiones espaciadas en el tiempo para recordarlas.
Con una vez es más que suficiente.
Lección número UNO: nunca delegues la gestión del dinero de tu empresa.
Si eres malo con los números, o simplemente los odias, asegúrate de buscar a alguien en quien confíes al 100%, divide la gestión entre varias personas, establece tantos mecanismos de control como puedas.
He conocido a muchos emprendedores, con grandes ideas, gente creativa, buenísimos en ventas, duros trabajadores, que fueron espoliados y arruinados por sus socios de negocio, convirtiendo sus vidas en tragedias.
No es fácil encontrar gente con valores estrictos en la vida. Gente con integridad. Gente que ve pasar millones de euros o dólares y no tocan un céntimo.
El tiempo pasó y hace tan solo 5 años, 30 después de esa “dramática experiencia”, fui a un restaurante y: ¿adivinas quién era el camarero? Estás en lo correcto: mi “querido” Pepe.
Ni siquiera me reconoció. Suele pasar con los tontos. Me sentí incluso peor, porque fui engañado por un tonto (doble tragedia).
La vida de Pepe era un desastre. No tenía un céntimo. No tenía un trabajo estable. Compartía apartamento con otras 2 personas (tenía casi 44 años de edad).
Obviamente, no le mencioné mi situación actual. Nunca hay que ser cruel en la vida.
Los pecadores y los tontos tienen suficiente con sus miserables vidas.
Tú tienes que centrarte en la tuya. Olvidarte de esos que te engañaron, te robaron, o te difamaron. Tu tiempo, energía, y pensamiento positivo merecen mucho más la pena.
Lección número DOS: el largo plazo siempre gana al corto plazo.
Olvídate de los infortunios puntuales.
Puedes tener un mal día, un problema. Pero es solo uno.
La vida es lo suficientemente larga para superarlos. El tiempo siempre va a estar de tu lado.
Centra tu energía en el interés compuesto. Siempre funciona.
Base tu vida en hacer las cosas correctas durante un largo período de tiempo. Eso es todo.
La vida es tan fácil como eso.
Foto en parte superior cortesía de Jacqueline Macou en Pixabay.