Con cada crisis pasa lo mismo.
Una de las respuestas más comunes que se comunica por parte de amigos e incluso los gobiernos es: “Crea tu propia empresa”.
Incluso nosotros mismos nos lo pensamos, planteamos y valoramos.
Con la crisis que hemos vivido y seguimos viviendo, sumadas a todas las anteriores (pues siempre hay y habrá crisis…), parece ser que la solución a todos los males de la sociedad es convertirse en empresario y crear una empresa.
No entro a discutir la visión pero sí que discrepo del “fondo” y la comunicación que normalmente se lleva a cabo.
El emprendimiento (término que, lo siento, pero no me acaba de encajar, sintiéndome más cómodo con el anglosajón “entrepreneurship”) no significa, desde mi punto de vista, ser empresario.
Para mi, un emprendedor consiste en ser profesional. Ni más, ni menos.
Un profesional es una persona que:
- Tiene ilusión por su trabajo.
- Le gusta y disfruta con lo que hace.
- Se preocupa cada día por ser mejor.
- Quiere evolucionar.
- Estudia a sus competidores.
- Estudia su sector.
- Su filosofía de vida se centra en la proactividad, en hacer, mejor que hablar, en conseguir, más que quejarse.
Y, para todo lo anterior, no hace falta crear una empresa ni ser empresario. Al menos, así lo creo yo.
Hago este artículo porque soy emprendedor desde el año 2002, y puedo decir que serlo implica tener que dedicar tiempo y energía a funciones totalmente ajenas a tu perfil profesional.
Funciones para nada agradables, pesadas, aburridas y, si me apuras, hasta “estúpidas”.
Son muchos los profesionales como la copa de un pino que he visto estrellarse, desgraciadamente, al crear una empresa.
Crear una empresa significa estar dispuesto a sacrificar esfuerzos dirigidos a labores de:
- administración,
- gestión,
- control,
- medición,
- financiación,
- personal,
- tributación,
- …
Y un largo etcétera que, cuando lo llevas a la práctica, se hace aún más difícil y poco práctico.
Si un profesional encuentra una empresa que le permite hacer todo lo que anteriormente especifiqué en la definición del término, habrá encontrado una forma de emprender que nada tiene que ver con crear una empresa.
Podrá:
- Centrarse en lo que verdaderamente le gusta.
- Tener capacidad para que se escuchen y apliquen sus opiniones en la compañía.
- Ver crecer sus proyectos profesionales.
- Formarse.
- Vivir con intensidad cada día.
- …
Y, todo esto, sin necesidad de preocupaciones adicionales e innecesarias.
En definitiva, conseguir el tan ansiado “emprendimiento” sin tener que acudir a la “ventanilla única” para solicitar un CIF.
La sociedad actual está dando un giro vertiginoso en el que:
- El “escaqueo”,
- los “puestos injustificados”,
- las “reuniones improductivas”,
- los “papelones”,
- los “discursos vacíos”,
- …
Y un largo etcétera de actitudes/acciones van formando parte del pasado (más rápido de lo que algunos se creen).
Así lo describo yo aquí (“Por qué Deberías Preguntarte esto Si Eres un Emprendedor: ¿Cómo Trabajaremos Mañana?”) y aquí (“Tengo Buenas Noticias para Ti: Tendrás el Trabajo de tus Sueños”).
Las empresas demandan, cada vez más:
- profesionales,
- que tengan un proyecto de desarrollo en su ámbito de actuación,
- dotándoles de los medios y estructuras adecuadas para que den rienda a su energía,
- canalizándola correctamente,
- y haciendo que su proyecto y el de la empresa a la que entran a formar parte crezcan exponencialmente.
Sin pérdidas de tiempo.
Aprovechando los recursos que cada parte puede aportar.
En definitiva, siendo pragmáticos.
Creo firmemente en esta filosofía de trabajo porque la he llevado a la práctica durante más de 2 décadas con resultados espectaculares, estableciendo relaciones sólidas y duraderas con todas las personas que han querido compartir su proyecto conmigo.
Todos:
- Hemos crecido.
- Hemos avanzado.
- Hemos aprendido.
- Hemos evolucionado.
A todos nos ha ido mejor porque las relaciones WIN-WIN siempre proporcionan este tipo de resultados.
Es, otra forma de emprender, desde mi punto de vista, con todos sus beneficios y ninguno de los inconvenientes.
¿No te gustaría emprender así? A mi, desde luego, sí.
Foto en parte superior cortesía de Content Pixie en Unsplash.